
La existencia de una pujante clase industrial que unía a nativos e inmigrantes, se traducía en avances que iban más allá del hecho económico en sí.
Esa conjunción de protección del Estado más créditos más incorporación de capitales y tecnología más una admirable cultura del trabajo que traía la sangre extranjera más conocimientos más una creciente infraestructura en caminos y canales, había producido un verdadero milagro.
Surgía la empresa sanjuanina.
Una empresa que independientemente del origen de sus propietarios, echaba sus raíces en este suelo.
El auge de la empresa sanjuanina

Y llegaban los diarios: también había cuatro, que respondían a distintas concepciones políticas.
Y el ferrocarril entraba a la provincia por dos de sus costados, uniéndola con los grandes centros de consumo, mientras una red de trenes industriales penetraba en las bodegas conformando un sistema que crecía rápidamente.
La máquina, con forma de usinas, automóviles, camiones, lagares, embotelladoras, se incorporaba a las fuerzas de producción.
Y al conjuro de la empresa y su rentabilidad, surgían imponentes chalets que eran el símbolo del poderío económico, como el que construían familias industriales como Del Bono, Graffigna, Aubone, Estornell.
Y surgían clubes de fútbol ligados a las grandes bodegas, no sólo en la ciudad sino también en los departamentos.
Pero, fíjese:

Y grandes complejos industriales como Cinzano producían en San Juan el vermouth y los cognac que lideraban sus respectivos mercados.
Y eramos los principales elaboradores de anisado tanto en sus variedades turca como española.
El aceite de oliva sanjuanino adquiría prestigio nacional y pronto se sumarían a la oferta local el champagne —llegamos a tener varias marcas, entre ellas la más prestigiosa del país—, la sidra y el Calvados que se producía en Calingasta y que según los conocedores tenía una calidad similar al que se bebía en Francia.
Dos fábricas producían cerveza y en la finca La Germania, en el actual departamento San Martín —entonces Angaco Sur—, el alemán Germán Wiedenbrug —propietario de la Bodega El

San Juan vivió una verdadera revolución industrial en aquellas primeras décadas del siglo.
Hubo quizás, un pecado: ese proceso industrializador se centró demasiado en la vitivinicultura y la agroindustria, dejándose de lado las áreas metalúrgicas, por ejemplo, y las relacionadas con el creciente mercado de electrodomésticos que iban a ser más estables.

En aquellos años, hasta el Estado fue industrialista, como lo prueban la construcción de la Bodega del Estado y el intento de la Azucarera de Cuyo, tendiente a la diversificación económica de la provincia mediante la industrialización de la remolacha azucarera.
Las marcas sanjuaninas

San Juan sigue teniendo algunas marcas importantes. Pero ya aquellas empresas sanjuaninas fueron vendidas o perdieron posicionamiento en el mercado.
Las nuevas generaciones dejaron de consumir algunas bebidas que se identificaban con nuestra provincia.
Desapareció la producción de cerveza, no quedan alambiques para destilar los famosos cognac o el calvados y es alarmante la disminución del ingreso como consecuencia de la salida de productos sin identificar que se originan en las tierras, el agua y el clima sanjuaninos pero adquieren valor fuera de San Juan.
Otro tipo de industriales
Es cierto. Tenemos otro tipo de industrias.Pero nos está faltando esa raza de empresarios enraizados con nuestra tierra.
Aquellos empresarios que además de producir e industrializar, apostaban todas sus fichas a la provincia, creando desde bancos hasta clubes de fútbol.
Aquellos pioneros que hicieron de San Juan uno de los sitios con más alto poder adquisitivo, donde una hectárea de tierra valía tanto como en California, donde ocupábamos los primeros lugares del país en autos, camiones y tractores por habitantes y en depósitos bancarios.
Hoy se va configurando un mundo industrial de gerentes, empresas donde todo se resuelve en Buenos Aires, gente desligada de la cultura, la vida social o el deporte de la provincia, que ya no vive en chalets sino en hoteles o casas alquiladas.
Nada fue espontáneo.
Ni aquella fenomenal etapa de industrialización surgida bajo el amparo de claras políticas de Estado ni el San Juan de nuestros días.




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NOTA PUBLICADA EN EL NUEVO DIARIO EL 15 DE SEPTIEMBRE DE 2017