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2018-12-21 18:05:54

Sin pena ni gloria...

Por Eduardo Quattropani
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v  Alguna vez, charlando con un importante funcionario, le decía que debe ser penoso de solemnidad irse de un cargo  sin  haber dejado la propia impronta, sin haber mutado la realidad.

 

v  Le decía que debe ser triste, devastador,  entregar lo que se recibió en igual  estado, peor aún, con años de atraso, tal como tierra arrasada.

 

v  Le recordaba la parábola de los talentos (en algunos casos no se trata literalmente de poseerlos, es más, en ocasiones es evidente su inexistencia, sino de la posesión de poderes), y que había que evitar se le dijera: “…vago y perezoso...”.

 

v  Le decía  que debe ser mortífero terminar una función y solo poder mostrar la renovación de pinturas, la construcción de  oficinas, el cambio de computadoras; es decir sólo haber hecho lo que la realidad no solo obligó a hacerlo sino, para peor, lo que ni la vagancia pudo evitar.

 

v  Le manifestaba, Dios libre del bochorno que significa que haya unanimidad  en esperar tu partida como condición  para  salir del atraso, para remover estorbo a las nuevas gestiones.

 

v  Despedirse pretendiendo hacerse dueño de lo que otros hicieron, peor aún, de aquello que combatiste con mediocridad e ignorancia es, a no dudarlo, certificado de calidad del fracaso. Dios nos libre.

 

v  No dejar tu impronta, le predicaba, es casi, haber pasado a hurtadillas por la función, es haberse ganado un lugar  despreciable en la vida de la Institución.  Es así, por impiadosa que parezca  la reflexión.