En el orden nacional se viene planteando, desde hace largo tiempo, la discusión sobre su administración de justicia y la necesidad de dotarla de verdadero prestigio. Al respecto algunas reflexiones:
1) Es falso decir que “tenemos que volver a tener una justicia nacional prestigiosa...”, pues en verdad nunca lo fue, a no ser que se confunda esa virtud con el hecho que no se pusiera la lupa sobre ella.
2) Es bastante dudosa la verdadera intención de quienes a su momento lo proponen, pues parecerían existir “equipos de jueces y fiscales” que formarían la “infantería judicial” de distintos sectores políticos y de poder.
Así se los ve desfilar, sin pudor alguno, por medios de comunicación que “juegan” con iguales camisetas.
3) Para que la justicia mejore su imagen hace falta que se den, al mismo tiempo, varias condiciones de diversos órdenes, de las cuales enuncio solo algunas de ellas, a saber: a) un sistema de reclutamiento y de remoción con absoluto dominio del criterio técnico (nótese que no digo de instituciones técnicas pues ello, por lo general, no son sinónimos); b) legislaturas cuyos miembros provengan de partidos políticos con democracia interna, de modo tal que tengan libertad absoluta para elegir por méritos; c) la existencia de medios capaces de ajustar sus juicios de valor a criterios objetivos y del deber ser.
Quede claro que son algunos presupuestos.
Queda claro que exige un cambio cultural que no se ve cercano.
Confieso que cuando veo desfilar a ciertos personajes por los medios y por la vida pública, cuando advierto cómo se reciclan, no puedo dejar de imaginarme el desasosiego en la gente. Es que verdaderamente es para llorar.
(*) Fiscal General de la Corte de Justicia de San Juan
Fuente: publicado en Nuevo Mundo, edición 239 del 20 de febrero de 2021