Por Eduardo Quattropani
»» De algo deberíamos estar convencidos, “si no hubiesen consumidores, no habría pornografía infantil…”. Luego nadie, en su sano juicio, puede, sinceramente, creer que el “solo consumir” esas aberrantes imágenes es un acto de efecto neutro que habilita a percibirse como buena persona o a describirse como alguien que jamás le haría daño a un niño.
»» Consumir pornografía infantil es sinónimo de alentar la producción de imágenes utilizando niños (a los que se le roba esa naturaleza) para alimentar la perversión sexual de los “grandes”.
»» A fin de que no quede duda alguna de lo que se trata cuando hablamos de pornografía infantil, debemos decir crudamente “que no hay estómago que se banque” mirar esos videos que se consumen o trafican con niños practicando actos sexuales impropios de su edad.
»» A fin de completar la visión sobre el flagelo es necesario y aconsejable imaginarse “al consumidor”, vaso de whisky en la mano, “disfrutando” de “pervertir” la recta formación de niños.
»» Repito, cada vez que puedo, que una sociedad seria y madura debe reconocer, como mínimo, tres tipos de sanciones: la jurídica, la política y la social, y de algo estoy seguro, se podrá soportar la ausencia o demora de las dos primeras, pero jamás de la última, pues si no hay sanción social claramente debemos preguntarnos sobre los valores en los que estamos viviendo.
En ocasiones nos gusta preguntarnos sobre el estado de una sociedad que permite o habilita que de su seno aparezcan estos “personajes”, a mí me parecería mucho más productivo el interrogarnos sobre nuestra propia actitud ante esos sujetos.
(*) Fiscal General de la Corte de Justicia de San Juan
Fuente: Publicado en La Pericana, edición 256 del 19 de junio de 2021