El contacto entre el sujeto que conoce y la realidad que se conoce, es, en un sentido, espontáneo, y, por tanto, de inicio carente de un orden preestablecido. No obstante, cuando ese conocimiento tiene pretensión científica es imprescindible ordenar el proceso del conocer para facilitar el acceso a la esencia de lo que se desea conocer.
Este procedimiento responde a una mecánica natural; primero hay que definir qué se quiere estudiar, luego cómo hacerlo y finalmente ordenar los resultados parciales e instrumentos utilizados y a utilizar. En términos epistemológicos, hay que precisar el objeto, determinar el método y elaborar un sistema. Son tres pasos que en la dinámica del conocer no se presentan aislados, sino vinculados en una secuencia recurrente que permite ir perfeccionándolos en busca de la verdad, fin último del conocer.
Hecho esto, y fundados en el postulado que advierte que la realidad es en esencia única aunque diversa, y que la verdad es resultado del acceso a la esencia de la parte de la realidad estudiada, es necesario reconocer la necesidad de establecer un diálogo multidisciplinar como aporte al objetivo del saber.
Entonces, se impone en primer lugar al interesado en una disciplina específica, contornar la parte de la realidad que pretende estudiar (objeto material) y definir la perspectiva desde la cual abordará esa realidad (objeto formal), en vinculación jerárquica con el resto de los saberes.
Una vez que se ha definido qué parte de la realidad se va a estudiar y desde qué perspectiva, objeto formal, es necesario determinar qué camino se seguirá para acceder a él. Esto es el método.
Más que una mera cuestión instrumental, el método se constituye en un elemento del todo relevante en la búsqueda de la verdad.
La palabra método viene del latín methodus, que significa camino, y ésta a su vez de dos palabras griegas, “meta”, como proposición que nos indica movimiento, actividad (hacia) y “odos”, que significa camino.
De manera muy gráfica se habla por los epistemólogos de un método de develación. Es un modo de correr o despejar el velo que cubre algo. En este caso, se trata de correr el velo que oculta la realidad, la opaca o la desfigura.
Al tiempo de determinar el método a utilizar, es importante considerar que el objeto condiciona al método. Esto significa que existe un método adecuado al objeto que se estudia. Es un error de gruesas consecuencias desmerecer el sentido epistemológico del método. De hecho, son múltiples los casos, en distintas disciplinas, en las que, incluso acertando en la delimitación del objeto formal, la utilización de un método inadecuado impide el acceso a la verdad o distorsiona los resultados de la búsqueda sapiencial.
La utilización de un método adecuado puede poner de resalto, incluso, desajustes en el nivel del objeto formal y propender a su precisión. Es que, en el proceso de conocimiento, el objeto y el método interactúan en forma dinámica.
Por último, corresponde elaborar un sistema con un orden propio, en consonancia con el objeto y el método. La noción de sistema, en sentido amplio, alude a un conjunto más o menos ordenado de elementos que se interrelacionan. El sistema integra un todo, en el cual sus partes constitutivas aportan sus cualidades y se nutren de las propias del sistema y de las de las otras partes. Nada en el sistema puede entenderse acabadamente en forma aislada, ni con independencia del objeto ni del método. El sistema, por lo demás, tiene una morfología o forma singular, propia —esto es, la estructura—. El sistema y sus partes constitutivas tienen, epistemológicamente, además, una función metodológica, ya que, en el proceso de acceso reiterado al objeto formal, no solo es necesario transitar el camino (método) determinado como adecuado, sino, además, valerse de lo que en el sistema se ha ordenado.
En suma, objeto, método y sistema operan cognoscitivamente entre sí en forma permanente, generando ajustes y constantes perfeccionamientos en la búsqueda de la verdad.
En el ámbito jurídico, en la práctica, transitar el método es interpretar el caso y el derecho aplicable. El núcleo del proceso de interpretación jurídica se regula en el Código Civil y Comercial (CCyC) en sus dos primeros artículos.
El art. 1º del CCyC establece en su primer párrafo que “los casos que este Código rige deben ser resueltos según las leyes que resulten aplicables, conforme con la Constitución Nacional y los tratados de derechos humanos en los que la República sea parte”. En el segundo párrafo se destaca que “a tal efecto, se tendrá en cuenta la finalidad de la norma”. Y en el tercero, que “los usos, prácticas y costumbres son vinculantes cuando las leyes o los interesados se refieren a ellos o en situaciones no regladas legalmente, siempre que no sean contrarios a derecho”.
Esta estructura interpretativa se complementa con lo dispuesto en el art. 2º del mismo cuerpo normativo, que determina que “la ley debe ser interpretada teniendo en cuenta sus palabras, sus finalidades, las leyes análogas, las disposiciones que surgen de los tratados sobre derechos humanos, los principios y los valores jurídicos, de modo coherente con todo el ordenamiento”.
Puede sistematizarse el procedimiento establecido en estos dos preceptos de la siguiente manera: 1. El objetivo del sistema es la resolución del “caso”. De este modo se reconoce que el fin del ordenamiento es la solución de un conflicto. 2. El instrumento para la resolución del conflicto (“caso”) es la ley. De este modo se determina que la ley es la fuente primaria del sistema. 3. La aplicación de la ley debe ser consecuente con la Constitución Nacional y los tratados de derechos humanos en los que la República sea parte. Se confirma que la resolución de los casos se dirime en la dimensión del derecho positivo. Cabe rescatar, no obstante, la referencia a los tratados de derechos humanos, ya que esto importa una remisión a la naturaleza humana como dato a considerar. 4. La aplicación de la norma no debe limitarse a su letra, sino considerarse su finalidad; afirmación que avanza en la apertura del sistema de fuentes, dejando de lado la visión en apariencia sólo normativista. 5. La costumbre será fuente del derecho si la ley se refiere a ella (costumbre “secundum legem”) o si la situación no está reglada por la ley (costumbre “praeter legem”). En ningún caso la costumbre podrá ser “contraria a derecho” (contra legem). 6. Las normas a aplicarse deben interpretarse recurriendo a su literalidad y a su télesis, y a otras fuentes tales como las leyes análogas, las disposiciones de los tratados de derechos humanos, los principios los valores jurídicos. En todo caso, la interpretación debe guardar coherencia con todo el ordenamiento.
Una digresión para situarnos en la obra de Lewis Carroll, Alicia en el País de las Maravillas. Es el momento de uno de los diálogos que se produjeran entre el Gato de Chesire y Alicia, Esta preguntó al Gato de Cheshire: “¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?” Y el Gato le respondió categóricamente: “Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar”. Muy claro. La continuidad del diálogo no es menos pedagógica. “No me importa mucho el sitio [...]”, dijo Alicia. Interrumpiendo, el Gato le observó: “Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes”. Alicia completó su frase intentando explicar su posición: “[...] siempre que llegue a alguna parte”. A lo que el gato acotó en forma concluyente: “¡Oh, siempre llegarás a alguna parte, si caminas lo suficiente!”.
En efecto, todo método lleva a alguna conclusión; pero no se trata de arribar a cualquier conclusión, sino a la conclusión verdadera, la esencia misma de la realidad, lo que sólo se logra mediante la elección del método adecuado. Salvo que no sea de nuestro interés conocer la verdad, sino construir una falacia que la sustituya.
(*) Procurador General de la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires
Fuente: Publicado en Nuevo Mundo, edición 463 del 8 de abril de 2022
“En términos epistemológicos, hay que precisar el objeto, determinar el método y elaborar un sistema. Son tres pasos que en la dinámica del conocer no se presentan aislados, sino vinculados en una secuencia recurrente que permite ir perfeccionándolos en busca de la verdad, fin último del conocer”
Por Julio Conte-Grand
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