Está muy próximo el fin de año, irrumpe en nuestra mente lo que
pensábamos hacer y no hicimos, lo que nos advino sin que lo esperáramos, lo que
esperábamos y no llegó, y las sorpresas que nos deparó este 2022.
Este es un tiempo de balance del año, o más bien de nuestra vida en
este año que se va.
Es inevitable mirar hacia atrás, actitud sana si lo que se pretende
es recoger los buenos momentos vividos, y al recordar los otros, mirar sinceramente qué
es lo que pasó y por qué, para aprender de esa experiencia. Vivir demanda
un constante aprendizaje. El día a día es para quien lo piensa, una cantera
aurífera para aprender a vivir mejor, a vivir las pérdidas amando los
momentos felices, a tratar de ser más felices.
En estas fechas acostumbramos enviarnos mensajes deseándonos
felicidad. Claro que no todos coincidimos en qué nos trae felicidad. A veces la
buscamos en la tenencia de cosas, en placeres, en el logro de metas
personales o profesionales, o la dejamos a la buena fortuna. Pero no sustentan
la felicidad, suelen ser efímeros, o perder su valor en situaciones
de crisis.
La felicidad no se compra, no es estable, tampoco es una
emoción pasajera.
Es una forma de vivir, por eso hay que aprender a ser felices
Buscar ser feliz es propio del humano, por tanto involucra a la
razón, a la libertad y a la voluntad
Para Aristóteles (Ética a Nicómaco, L.I), es feliz quien vive
conforme a virtudes que lo perfeccionan como humano (obrar conforme a la recta
razón, ser justo, solidario, honesto, laborioso...); las virtudes le permiten
una vida en armonía consigo mismo y con los demás.
Si la felicidad es el fin de la existencia humana, el máximo bien,
las virtudes son el medio para lograrla. La felicidad depende de la virtud, y
por tanto de los actos de cada uno.
¿Qué me hace feliz? ¿Qué no?
Hay quienes lo han indagado; recojo algo para provocar nuestro propio
pensar:
-- Lo peor es perder el amor a la vida,
el miedo a la soledad, a la muerte, a no ser amado.
-- Lo que nos acerca más a la
felicidad
-- Gratitud por la vida y aceptar todo
lo que en ella adviene
-- Valorar a quienes nos acompañan;
perdonar y pedir perdón
-- No engañarse a sí mismo y buscar
herramientas para superar las crisis
-- Sentido de finalidad: para qué
estamos en la vida, qué podemos, queremos y tenemos que hacer
en esta etapa
-- Buen humor y poner pasión en lo que
hacemos
-- Espiritualidad con sentido de
trascendencia, que sostenga la fe y la esperanza
-- Sentido de precariedad en el tiempo:
en esta vida todo pasa, nada dura, salvo el amor. Lo más parecido a la
felicidad es amar y sentirse amado.
En vez de preocuparnos por cosas que no dependen de nosotros o que no podremos
resolver, ocuparnos de VIVIR AMANDO
Buen Balance
¡FELIZ NUEVO AÑO!
*Profesora de Filosofía Ex Ministra de
Educación
Fuente: Nuevo Mundo, edición 636 del 20 de diciembre de 2022