Exactamente un mes atrás se produjo
un hecho histórico en las relaciones gubernamentales modernas entre Inglaterra
y Escocia. El gobierno del Primer Ministro inglés Rishi Sunak apeló al poder
que le otorga la «Ley de Escocia» de 1998, y por primera vez en 25 años,
Londres bloqueó una ley aprobada por el Parlamento Autónomo, dando inicio a un
mes de relaciones agitadas con el Ejecutivo independentista de Edimburgo. Se
trata de la Ley de Reforma del Reconocimiento de Género, que elimina la
exigencia de un diagnóstico médico de disforia de género para que las personas
trans puedan obtener, a partir de los 16 años, el reconocimiento legal del
género en el que eligen vivir.
Si a esto sumamos que en noviembre
pasado el Tribunal Supremo del Reino Unido echó por tierra los planes
independentistas del gobierno escocés al rechazar por unanimidad que el
Parlamento autónomo pudiera convocar a un nuevo referéndum de independencia,
era cuestión de tiempo para que la tensión tocara picos máximos.
Hoy, de manera sorpresiva, la
ministra principal de Escocia y lideresa del independentismo desde el 2014,
Nicola Sturgeon, anunció su renuncia al cargo; aunque permanecerá en funciones
hasta que se elija a un sucesor. Sturgeon obtuvo una arrolladora victoria en
las elecciones de 2021 y era una de las políticas que más popularidad había
obtenido entre la ciudadanía. Gran parte de esa popularidad tenía que ver con
su desafío a las políticas decididas por Boris Johnson cuando era el Primer
Ministro de Inglaterra, más una gestión seria de la pandemia en contraposición
a los escándalos del inglés. Pero los contratiempos mencionados comenzaron a
minar la confianza de sus simpatizantes dentro y fuera del partido.
Por el lado social, el caso de Isla
Bryson, mujer trans que cumplía condena en una prisión femenina por la
violación de dos mujeres antes de realizar el tratamiento de transición de
género, enturbió el debate. Sturgeon decidió reenviar a Bryson a una cárcel de
hombres y la pregunta sobre si consideraba a Bryson como mujer u hombre quedó
en el aire. Por el lado político, el sabotaje del Tribunal Supremo del Reino
Unido a sus planes de celebrar otro referéndum de independencia este año, al
negar que el Parlamento Autónomo tuviera capacidad para convocarlo, puso contra
las cuerdas a la ministra, que optó por convertir las próximas elecciones
generales en un referéndum de facto. Esa decisión fue rechazada por la mayoría
de los votantes escoceses.
En una sencilla y corta conferencia
de prensa, declaró: «He liderado a este país hasta situarlo más cerca de la
independencia, y creo que estamos en la fase final de ese viaje. Creo que mi
sucesor, quien quiera que sea, liderará a Escocia hacia la independencia
definitiva». Al haberse visto incapaz de convencer a Jonhson y a los ministros
que le sucedieron de que le permitieran realizar otro referéndum, Sturgeon jugó
todas sus fichas al Tribunal Supremo y el rechazo de éste la dejó sin apoyo;
además, la ausencia de declaraciones alentadoras de su gabinete o de sus
militantes habla de que, quizás, el independentismo escocés del partido
gobernante haya perdido fuerza.
Fuente: Nuevo Mundo, edición 650 del 15 de febrero de 2023